El Jorge Ortega y sus compinches

Un desprecio hacia la verdad histórica: «cinco o hasta diez años» marcan el límite entre la obscuridad y el brillo del sol. A la bastarda de Chimalguacán, la señorita Sor Juana Inés de la Cruz, le pernoctaron sus versos más de doscientos años, hasta que fue rescatada por unos poetas jotitos del siglo XX; Maquiavelo tuvo que ser redescubierto por Fitche; el marqués de Sade por Guillaume Apollinaire y el borracho de don Edgar Poe por Baudelaire. Y hubo hasta quienes se pegaron un plomazo en la tatema para hacerse de la fama que hoy presumen señoritos como el Jorge Ortega y compinches.

—Es que ahora somos muy veloces.


Y en efecto, los pespuntes de la envergadura triunfal le llegaron al vaporazo y los chavales se ahorraron, según berrean, «cinco o hasta diez años». Así, de pronto, en un abrir y cerrar de ojitos lagañosos, la fama les apareció pintada en una de sus nalguitas.


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