MECHA Y LUCERNAS PARA LAS CAMALEONAS

LA TRANSICIÓN CAMALEÓNICA DE LA HAIDA MÉNDEZ
De la boca y dedos de la ñorsa Haída Méndez recibí invitación para participar en el mentado «Festival de la Cerveza» que la ruca organizó para el día sábado 30 de septiembre en el Jardín de la Cerveza del poblado de Tecate. Se trata, según palabras de la sedicente «promotora cultural», de una lectura de poesía y arte visual en la que participan los mismos monos y monas de siempre: el Roberto Castillo, la Elizabeth Cazessus, el Daniel Charles Thomas, la Julieta González Irigoyen, el Francisco Morales, el Omar Pimienta, el Adolfo Morales y uno que otro arrimado más, capaz de hacer lo que se le ponga enfrente con tal de lograr la efímera autosatisfacción superyóica.
—Convenciones particulares de la literatura —pensé yo en el momento en que la ñorsa me embridó a participar en tal menjurje. Dije que sí. Total, qué tanto puede trascender uno en esa clase de chapoteaderos. Además, pué que a inviteichon haya sido nomas de los dientes pa fuera
Faltando unos quince días para tocar fecha precisada para el «ready-made», la Méndez se volvió ojo de hormiga y ya no dijo ni pío ni guau al respecto. La jugó al magarre en acto de contrición y enmienda.
—Formalismo cabulero —pensé yo.
Y en efecto, la supuesta invitación devino inaplicable para mis huesos. Consecuencia lógica de los alicientes oportunistas del «acanto y laurel» (jejeje).
Todo sea porque la poesía no se manche ni se mancille con voces ajenas a su capilla. Ostensible hiato cultural lidereado por el fariseísmo tijuanense, el prejuicio y la ignorancia zafia.
Gente como la Haída Méndez, dotada con un especie de sicología chimoltrufiana, hay por trocadas. El criterio personal es el argumento para no estar allí, panoplia de suposiciones. Todo sea por preservar los cálidos momentos de «coexistencia pacifica» a favor de los literatos y seudopoetas a quienes he criticado.
Así han de mitigar sus angustias y tensiones estos artífices del mimetismo neoculterano que escriben lo que ellos creen que es poesía.
Y ¿su reverso empírico?
Obviamente un pragmatismo de candelabro que no va más allá del individualismo egocéntrico y de inconfundible sesgo egoísta. Como si en este muladar de figurines inflados tuviéramos un maravilloso acervo de productos letreros.
¿Figuras ejemplares y emblemáticas en el terreno de las letras? Solamente unos cuantos que carecen de humildad para reconocer otros trazos y estertores ajenos a sus pinchis cofradías.
Los singultos y la pedorreas no se hicieron esperar:
«—A ese bato no lo invites, le ha hecho daño a mucha gente con sus críticas» —entre otras intervenciones orales que sirvieron como pretexto para mandarme a la gáver (asunto que me tiene sin cuidado).
La ética depende y se mueve de acuerdo con los efluvios del chaqueteo y la doble elasticidad moral. Este es el margen de maniobras que tiene la susodicha «estimuladora de eventos artísticos», la Aída Méndez, alienada por los determinismos narcisistas y por las cogullas de la doble feis.
Ya me lo habían dicho más de tres individuos e individuas, y, asimismo, me lo ratificó «el poeta que arrastra las patas»:
—La Aída Méndez es una oportunista que nomás usa a quien se le ponga de pechito; asidua a dar puñaladas traperas.
—¿Neta?
—Agüevo. Aparte de que la ruca es una chorera y gorrona. Hasta se «sintió» por que no quise picharle unas birrias en el «Turístico».

FARAMALLEROS METAPOÉTICOS SIN FORMACIÓN EPISTEMOLÓGICA
La acumulación estética de esta hornacina norfronteriza se integra por una vianda, más o menos gorda, de escritores, poetas, pintores, periodistas y hasta promotores culturales, tanto de la iniciativa privada como del oficialismo institucional, que, a decir verdad, de tal repertorio son escasas las calaveras dignas de un encomio o reconocimiento que rebase las adulaciones rastreras y los untadillos en la epidermis. Lo malo es que los mentirosos se sienten los depositarios de una verdad formal.
Habrá que ver qué concepto de la cultura y las artes guarecen en sus atolondradas macetas personas como la Diana Palaversich, el Adolfo V. Nodal, el Roberto Jiménez Rosique, el Antonio Navalón y la Haída Mendez, entre otros tremebundos pancheros y confeccionadores de ditirambos vacuos que se me escapan de la sesera, y quienes, escorzados en cábulas convencieras, sustentan el vulgar tupé y la ufana garla de que Tijuana es una «meca» o «epicentro» del desarrollo artístico y cultural.
Sus pachorrudos paradigmas, a parte de que no resisten un mínimo análisis, constituyen una garrulería propia de mentecatos. Oséase que son una apasionada lealtad a la estupidez.
Baldón o sambenito de aquello que no es y que, a todos tiros, quieren que sea. Gracias a sus deslenguados oficios pretenden magnificar las minucias y reivindicar lo que no existe. ¿Cómo les interesa la cuestión culturosa y estética?; ¿les interesa como pedigrí, como espectáculo o como vendimia? Panoplia de suposiciones las mías; y ruin discurso escolástico sería añadirle pucheros a los hechos.
Y es que a uno le cierran el griego si critica como lóbrego tarquín.
Eso explica porqué razón, en un sistema de relaciones pervertidas, se omite hacer distinción entre lo que es neta en la artisteada y mutación o viraje político. Dicho de otra forma: la cuquería de arrimarse a mamarle la polla a los que parten el queso.
Tristes aldabonazos de un silencio que se comprime entre oportunistas conversos, esnobistas de palabrería confusa y faramalleros metapoéticos sin formación epistemológica alguna.
La mayor parte del ambiente cultural y de la actividad estética que prevalece en Baja California equivale a una letrina de panboleros, regenteada por bribones calabobos; una oquedad de la cual solamente salen chasquidos de mediocridades y de vocecitas marrulleras, miméticas y acartonadas, condenadas a la simplificación y al ornamento bobo.

INEPTOS PANBOLEROS QUE HAN EXTRAVIADO LA CHOMPETA
Por otra parte, las instituciones que deberían promover con eficacia y decencia las actividades culturales, no aciertan en sus fines y propósitos, son nichos atestados de mamarrachos parásitos, mamones oropelescos y de ineptos que han extraviado la testa. Y en lo que toca a la producción de la literatura fronteriza, ésta continúa nadando en sus seis y hundiéndose en los mismos lagos prosopopéyicos. Y ¿la poesía? Pufff. La lírica agoniza, reproduciéndose con profusión de los mismos y repetidos lugares comunes, con escasa calidad, pero —eso sí— centelleando confusiones babélicas y pasticheramente abortada por amanuenses con más emoción que talento.
Huelga decir que la literatura sigue siendo un producto de autoconsumo sostenida sobre una base de quiméricas naderías; las casas editoriales, empresas titiriteras, publican lo impublicable; los gacetilleros culturalones sólo hablan de un autor local cuando éste ya ha sido reconocido por la «crítica» elogiosa y estúpida; comodinamente prefieren abordar a los consagrados porque no tienen güevos ni sesera para reseñar un güey novel. Más que críticos literarios son lectores de a pie, rastreros y superficiales; si, a duras penas, reseñistas balazos.
En fin, hay de todo en este picaresca y golfería de la cultura y las artes; sobran los maestros del doble juego que han abdicado de toda dignidad, diestros para mover la mentira y la verdad como mejor convenga en este mundanal de lucecitas efímeras.
No en vano escribió el Dante de la Divina que las cosas eternas son invisibles e impalpables.
Pobre de la lírica de aquí, de este lado, está infartada, cuando bien podría ser un hálito de buena poesía, tejida de versos magistrales y de extraordinaria resonancia.
Pobre crítica, degradada en cháchara de alcagüetes y zalamerías de sobones.
Pobre frontera, jodida y desguarnecida de verdaderos proyectos culturales. Si acaso algo de ella resuena a lo lejos, son pasiones de pequeños espíritus librescos.
